La Rosa de Bayahíbe (Pereskia quisqueyana), única en el mundo y en peligro de extinción, es la flor nacional de la Republica Dominicana. Es un cactus raro que tiene hojas y una hermosa flor. Puede ser observada en el jardín Botánico Nacional, en la ciudad de Santo Domingo.
¿Sabías que? La flor de la caoba fue por muchos años la flor nacional dominicana, tras ser declarada el 16 de julio de 1957 mediante el decreto emitido por el gobierno de Héctor Bienvenido Trujillo Molina. Es hija de la caoba (Swietenia mahogani), un árbol autóctono, muy apreciado en el país por la calidad de su madera.
El larimar. Rara variedad pectolita o roca semipreciosa endémica declarada piedra nacional en 2011. Su coloración varía en una gama de blanco, azul claro, azul verdoso y azul profundo. Aunque fue encontrada por primera vez en 1916, en el año 1994 fue cuando el dominicano Miguel Méndez y Norman Rilling, un voluntario del cuerpo de paz, la «redescubrieron» en una playa en la costa de Barahona. Cuentan las voces populares que la piedra recibió su nombre actual por que la hija de Méndez se llamaba Larissa y el color de la misma le recordaba al mar, de ahí larimar. Los dominicanos han sabido aprovechar la belleza y particularidad del larimar en joyerías y artesanía que se venden en cientos de gift-shops para turistas y locales.
El ámbar. De árboles milenarios y túneles angostos sale la resina vegetal convertida en piedra y llamada ámbar. Los trozos petrificados que preservan insectos fosilizados abundan en la zona del Cibao, en la parte central de la isla. Los científicos que rastrean la calidad de los yacimientos de ámbar en Medio Oriente, Australia, Canadá, China, México y República Dominicana otorgan su mayor valoración a las gemas dominicanas, debido a la preservación de sus fósiles.
Una lagartija de 30 millones de años, un mosquito con 20 millones o una especie que hace varios millones más dejó de existir en el planeta muestran sus formas como pequeñas piezas de museo dentro de la gema iridiscente. El amarillo y el marrón dan tono a la mayoría de las piedras que se extraen y se comercializan. En menor proporción se conocen las más rojizas. También, como privilegio de la naturaleza local, las hay con tonalidades azules, pero son muy escasas y, por tanto, muy valiosas. Sólo han sido encontradas en zonas del Cibao, mientras que en el Este se destaca la coloración cercana al blanco de muchas piezas.
¿Sabías que? La Dirección General de Minería dominicana establece que los depósitos de ámbar se encuentran en cuencas sedimentarias conformadas por intercalaciones de lutitas y areniscas de las formaciones Yanigua y el Complejo Puerto Plata de edad eoceno-mioceno. Otros yacimientos se localizan y explotan en la Cordillera Septentrional, provincia de Santiago, al norte del país, en las comunidades Los Cacaos y Palo Alto; en la Cordillera Oriental, en el municipio de El Valle de la provincia de Hato Mayor, al este del país.
¿Sabías que? La explotación del ámbar se realiza de manera artesanal, a través de labores mineras subterráneas (pozos y socavones). Los mineros que intervienen en estas explotaciones se agrupan en cooperativas.
Conozca más sobre el ámbar en: http://www.ambermuseum.com/
La Cigua Palmera, de la familia Dulidae, es endémica de la isla La Española y no se la vincula familiarmente a otras especies. Vive en bandadas, saca cría en un nido grande que tiene apartamentos. Frutas, flores e insectos pequeños que captura en el aire le sirven de alimento. Denominada en inglés Palm Chat, su tamaño es de 20 centímetros de largo en promedio. Su lomo es de color olivo pardo, mientras tiende a verde en las alas. La parte inferior es de color café con leche o amarillo pálido, estriado con marrón. La cabeza tiene un tono oscuro y el pico es fuerte. Los sexos son similares.
La cigua palmera vive en campos abiertos, pero disfruta más de las palmas reales, en elevaciones bajas. Para hacer su nido recurre a ramitas secas que coloca en la cima de la palma u otro árbol. El lecho puede tener hasta dos metros de ancho por un metro de altura. Varias parejas asumen la gran tarea de construcción, que cuenta con túneles y acogen múltiples nidos.
Su nombre Dulus dominicus se le atribuye a Carlos Linnacus, quien la descubrió en 1766.
La Unión Americana de Ornitología incluye a la cigua palmera en la familia Dulidal en su listado sobre aves del nuevo mundo.