Béisbol

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El deporte rey

Dominicanos en Grandes Ligas

Cuadro Dominicanos en Grandes Ligas

Equipos dominicanos de Béisbol profesional

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En el territorio nacional el béisbol se inicia a finales del XIX. No hay consenso sobre la fecha exacta, pero se sabe que en la última década del citado siglo reducidos grupos de personas practicaban ese deporte.


El primer equipo formalmente establecido es el Ozama, al que le siguen pronto otras novenas. Es que la popularidad del juego creció rápidamente, ya que la población vio en él una forma para descargar las frustraciones causadas por los conflictos políticos y económicos que mantenían al país en constante inestabilidad.


Para inicios de la década del 20 ya el valor de los jugadores dominicanos es reconocido en otros países. En el 22, el lanzador Baldomero Ureña (Mero) es contratado por el equipo Ponce de Puerto Rico y poco tiempo después, en el 1925, se convierte en el primer pelotero criollo en ser llamado a jugar con un equipo norteamericano, el Allentown. Otros beisbolistas también comienzan a integrarse a ligas extranjeras, especialmente de Puerto Rico y Venezuela, en tanto que jugadores estelares de Cuba y Puerto Rico vienen a participar en los campeonatos nacionales. La cantidad, calidad y alto costo de los importados (sobre todo de Cuba) para la serie nacional del 29, hace que la misma sea recordada como el “campeonato de lujo”.


Hasta el 1936 no se realiza otra serie nacional. Su re-implementación viene de la mano de la tiranía de Trujillo, quien instrumentalizó esta actividad deportiva para sus fines de manipulación, poder y glorificación personal. Por eso no escatima recursos para traer en el 1937 a parte de los mejores jugadores de la liga negra de los Estados Unidos de entonces. La inversión de dinero fue tanta que el país tuvo que quedarse sin pelota profesional por 14 años.


En los años cincuenta, a la par que se reestablecen y refuerzan los campeonatos nacionales, debutan los primeros dominicanos en las grandes ligas estadounidenses. Osvaldo Virgil inaugura en 1956 una tradición que no hace más que fortalecerse y enriquecerse con el paso del tiempo. Junto a él, Felipe y Mateo Rojas Alou, Juan Marichal, Julián Javier, Ruddy Hernández y Guayubín Olivo integran el grupo de pioneros nacionales que ayudan a abrir un espacio para los criollos en el béisbol profesional norteamericano.


Hoy día más de 385 jugadores dominicanos han participado en las grandes ligas. Uno de ellos, Juan Marichal, ha entrado de pleno derecho al Salón de la Fama de Cooperstown, otros dos –Felipe Rojas Alou y Tony Peña– han llegado a dirigir equipos, y muchos otros han obtenido premios y reconocimiento por su excelente desempeño. No puede ser accidente que el pelotero profesional que haya obtenido el contrato más lucrativo de la historia de las ligas mayores sea hijo de dominicanos emigrados a los Estados Unidos.


La exportación de peloteros, la importación de jugadores extranjeros y los triunfos de la selección nacional en la Serie del Caribe, donde el país tiene la mayor cantidad de victorias (15), demuestra el nivel y la calidad del béisbol profesional que se juega en República Dominicana.


Béisbol en R.D: el deporte rey
Al igual que las otras antillas españolas y que las zonas costeras de los países hispanos continentales que comparten la cuenca del Caribe, República Dominicana hizo suyo un deporte que hoy habla tanto de la dominicanidad como su bandera de cuartos encarnados y azules o su merengue.


Juan Marichal, Felipe Rojas Alou, Sammy Sosa, Manny Ramírez, David Ortiz e incluso Alex Rodríguez, constituyen el símbolo más llamativo de lo que ha sido el devenir histórico, político y económico de una nación que se asumió así misma de manera definitiva luego de un largo proceso independentista que culminó, en opinión de algunos entendidos, en 1873, cuando fueron dominadas al menos formalmente las fuerzas anexionistas que se debatían en su seno. Es, en efecto, unido de manera inextricable a los procesos socio-económicos y políticos que incidieron en la vida del pueblo dominicano desde la última década del siglo XIX, que se instaura y se desarrolla este deporte, hoy reflejo de las vicisitudes, dolores y esperanzas de los que han vivido en la parte oriental de la isla La Española.


Su carácter importado de los Estados Unidos dice mucho; bien sea que se crea que fue traído por inmigrantes cubanos que trataban de escapar de la guerra independentista de Cuba, o bien que se dé mayor credibilidad a la versión que afirma que quienes primero jugaron béisbol en el país fueron empresarios estadounidenses ligados a una incipiente industria cervecera instalada en Santo Domingo. Lo más probable es que se hayan conjugado ambos fenómenos junto con otros acontecimientos no documentados. Qué sucedió primero no importa tanto como el sentido que trasluce su introducción y acogimiento en el país: en primer lugar, la nueva esfera geopolítica que ha venido dominando la escena local y caribeña por más de un siglo; y, en segundo término, un cierto deseo de dejar atrás la herencia hispana, que representaba lo colonial, el pasado, para mirar a lo que desde ya significaba lo moderno por antonomasia, la fuerza que se desboca hacia delante, los Estados Unidos de Norteamérica del siglo XX.


Efervescencia pelotera
“A real substitute for the excitement of revolutions”


Se sabe con precisión que el 17 de junio de 1898 se fundó en la ciudad de Santo Domingo el Base-Ball Club, el cual tuvo como presidente honorario al administrador de la Cervecería, William Orr. Así como que pronto empezó a expandirse a otros poblados –de hecho otras tres comunidades, Santiago, San Pedro de Macorís y La Vega, se disputan la primacía del juego de béisbol organizado en el país. El caso es que desde el inicio se hizo muy popular, habilitándose solo en la capital, en el período que va desde el 1894 al 1910, al menos dos espacios de importancia para su práctica; estos son los terrenos denominados “la Sabana del Estado”, en las afueras, y la Plaza Colombina en la ciudad intramuros. Posteriormente, en el segundo decenio del siglo XX, se sumaron otros: el llamado “Patio de los Báez”, conjunto de solares ubicados entre las calles Padre Billini y Arzobispo Portes; El Gimnasio Escolar (1911); y el Licey Park, en Villa Francisca, inaugurado el 4 de octubre de 1914.


El primer equipo de cuya existencia se tiene registro es el Ozama. Para enfrentarse a éste es que se crea el Licey (7 de noviembre de 1907), hasta la fecha el conjunto de mayor tradición y empuje en la historia del béisbol dominicano. Es la época de auge de la industria azucarera y su capital foráneo; la de la negociación del pago de los inmensos empréstitos internacionales que estaban siendo reclamados por los acuciantes acreedores estadounidenses; la de la consiguiente expropiación de las aduanas nacionales; y la de la alta inestabilidad política con los gobiernos que se suceden sin control y las revueltas montoneras. Quizá como consecuencia y en parte cauce de toda esa agitación, cada vez prende más en el pueblo este deporte, surgiendo otros muchos grupos en todo el país. Aunque por lo general de vida efímera, se pueden mencionar los siguientes equipos: En Santo Domingo, Casino, Santo Domingo, Receptoría, Gimnasio Escolar (apenas duró un año), Nuevo Club (1911), el equipo de la Escuela de Agricultura, el de la Escuela Normal, los de los planteles educativos Trinitaria y Duarte, San Carlos, Columbia y Patria, Legalista (1914) y Herold (1914); en Santiago, Yaque y el Inoa (1912); Unión de Azua (1910); Macorís, de San Pedro de Macorís (1910).


En este momento histórico tan caldeado se realizan los primeros campeonatos nacionales (1911); se contrata por primera vez jugadores extranjeros para reforzar los equipos locales (en 1912, el Licey importa jugadores cubanos en el curso del campeonato nacional de ese año); se celebra en suelo dominicano la primera serie internacional, enfrentándose un combinado nacional (“Escogido Dominicano”) con el equipo Ponce de Puerto Rico; y hasta se publica una revista ilustrada dedicada exclusivamente al acontecer del béisbol, titulada La Pelota y dirigida por Luis Eduardo Betances (1913). Partidos, series y campeonatos nacionales y locales con masiva concurrencia y amenizados con música, alegres celebraciones de los fanáticos por la victoria de sus equipos, y la inclusión de la disciplina en los juegos olímpicos nacionales aun cuando no formara parte de los Juegos Olímpicos Mundiales (1915), denotan la efervescencia que tenía ese juego en el espíritu dominicano.


Que los políticos de la época estaban conscientes de ello es claro. En la inauguración del Licey Park, la primera bola es lanzada por el entonces presidente de la República, Dr. Ramón Báez (1914). En el 1913, el vicecónsul de los Estados Unidos en el país, Mr. Bohr, funge como árbitro en un partido entre Nuevo Club y Licey. Ese mismo año, el ministro norteamericano designado en la República Dominicana refiere al Secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, entre otras cosas, que no se podía minimizar la importancia que la popularidad del béisbol estaba teniendo en el país, ya que de manera indudable podía ser “ a real substitute for the excitement of revolutions ”, un verdadero substituto para la excitación de las revoluciones (Naboth’s Vineyard, Sumner Welles, Vol.II, p.722, Savile Books, 1966).


Pelota e Intervención Norteamericana
Desde muy temprano los dominicanos vieron en el campo de juego el escenario para librar y ganar las batallas que en la vida cotidiana parecían perder constantemente. Durante la intervención estadounidense (1916-1924), además del frente semi-anárquico que opusieron los gavilleros en las montañas, o el que cívicamente formularon los intelectuales de las principales ciudades para dar constancia de su sentida protesta, el béisbol se convirtió en el medio con que la población llana compensaba mínimamente sus frustraciones ante el invasor extranjero. Los partidos entre equipos dominicanos y novenas formadas por los marines y militares de la patria de Abraham Lincoln eran verdaderas gestas patrióticas en las que se “peleaba” la dignidad nacional. De ahí que se formaran fuertes equipos locales, uno de los cuales, “El Escogido” (1921), fue fruto de una triple alianza entre los conjuntos Delco Light, Los Muchachos y San Carlos. La prensa reseñaba por todo lo alto cada partido ganado por los equipos criollos, que fueron mayoría. Luego de una connotada victoria del Licey frente a un ‘team’ de los marines, una crónica periodística decía: “Los teams U.S.M.C. no ganarán aquí ni un solo desafío beisbolero porque son sencillamente inferiores a los nuestros. La cultura física de nuestros mal alimentados chiquillos es superior a la de los blancos coloradotes y rollizos”.


Ya mucho antes de la intervención, se habían realizado partidos entre equipos locales y conjuntos de buques americanos que atracaban en las costas del país. Fue precisamente en uno de ellos, realizado el 20 de septiembre de 1914 entre el Nuevo Club y los marinos del acorazado Washington, que el pelotero dominicano Indio Bravo (Enrique Hernández) lanzó el primer juego sin hit en la historia del béisbol criollo, ponchando a 21 jugadores y dejando sólo que uno, por error, llegara a primera.


Internacionalización del béisbol criollo
La valía de los jugadores dominicanos tuvo que ser pronto reconocida. En 1922, sale por primera vez un equipo nacional a jugar al extranjero. Es el Licey que, reforzado con jugadores de otros equipos y bajo el nombre de “Estrellas Dominicanas”, va a jugar a Puerto Rico y allí gana 6 de 11 encuentros. Debido a su brillante juego, peloteros comienzan entonces a ser contratados por equipos de países vecinos un año después. El primero es el lanzador del Licey Baldomero Ureña (Mero), quien es firmado por el equipo Ponce, de Puerto Rico. Le siguen inmediatamente varios más, también contratados para jugar en Puerto Rico: Ninín, Ernesto Sánchez, Mateo de la Rosa, Guagua Vargas, Fellito Guerra y el famoso Tetelo Vargas. Este último apenas tenía 17 años de edad y fue contratado por el Humacao Starts. Vale agregar que en 1925, Baldomero Ureña (Mero) obtiene otra primacía al convertirse en el primer dominicano que es llamado a jugar para un equipo norteamericano, el Allentown.


En los años inmediatos se intensifica la participación de los jugadores nacionales en ligas foráneas, así como la de beisbolistas extranjeros en las locales. El campeonato nacional del 29 es especialmente recordado como el “campeonato de lujo”, por la enorme cantidad de peloteros importados (de Cuba y de Puerto Rico) a quienes se les pagaba con sueldos altísimos. La participación de los dominicanos fue mínima, llegándose a decir del Escogido, por ejemplo, que “era un equipo cubano reforzado con el maravilloso Tetelo Vargas”. El gasto fue tan extremo para la economía del país que durante los siguientes siete años, es decir, hasta el 36, no volvieron a celebrarse las series nacionales, por lo que muchos de los que entonces eran jugadores profesionales tuvieron que irse a Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos. En esa última temporada de los años 20 se batieron los equipos del Licey, Escogido y Sandino (surgido en 1928) de Santiago, al que la prensa capitaleña llamaba “las Águilas Cibaeñas”.


Trujillo y la pelota
El primer período de la dictadura Trujillista fue muy pobre para el béisbol profesional. La resaca económica del campeonato de lujo del 29 y el Ciclón San Zenón que destrozó al país y con él a los estadios de béisbol de la capital (los del Gimnasio Escolar y el del hipódromo La Primavera) afectaron el desempeño de los equipos. Aun así, Trujillo sumó inmediatamente esta actividad deportiva a sus herramientas de poder, manipulación y glorificación personal tanto a nivel local como internacional.


En este sentido, una de sus primeras medidas fue la formación del equipo General Trujillo, el cual inició en 1931una gira por Latinoamérica. Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá, Nicaragua y México fueron los países visitados en un periplo que tuvo que extenderse más de la cuenta, debido a que a causa de una estafa el grupo se quedó sin dinero para regresar cuando lo tenía previsto. Dos de los jugadores (llamados Ninín y Titico) debieron trabajar en Cartagena para costear los pasajes.


Todos los campeonatos nacionales que se celebraron en el curso de la tiranía fueron titulados con alguna referencia directa a Trujillo y a su familia. De esta suerte tenemos que al del 1936, con el que se reestablece la serie, se llamó “Certamen Mayor Trujillo” (disputaba la Copa Julia Molina); al del 1937, “Reelección Presidente Trujillo”; “Campeonato Era de Trujillo” (1951); “Pro Elección del General Héctor B. Trujillo Molina” (1952); “Leonidas Radhamés” (1953); “Campeonato Benefactor” (1954); “Campeonato Padre de la Patria” (1955-1956); “Campeonato Reelección Presidente Trujillo” (1956-1957); Campeonato Leonidas Radhamés” (1957-1958); “Campeonato 24 de Octubre”, Trujillo nació el 24 de octubre de 1891, (1959-1960).


Campeonato del 37
Famoso fue el campeonato nacional de 1937 por la cantidad y calidad de jugadores extranjeros contratados y la cantidad de dinero erogado para costearlo. Dado que la corona de la temporada anterior (1936) había quedado con el equipo de las Estrellas Orientales de San Pedro de Macorís, Trujillo unificó los equipos de la capital y creó los “Dragones de Ciudad Trujillo” (4 de marzo de 1937), a los que se ocupó de dotar de los mejores refuerzos extranjeros que podía conseguir.


La consigna era vencer a como diera lugar y por eso no reparó en gastos. Este y los otros contrincantes se nutrieron de jugadores estelares de la liga negra de Estados Unidos y de cubanos, entre los que cabe destacar a Statchel Paige, George Scales, Martín Dihigo, Clyde Spearman, David Thomas, Lázaro Salazar, Santos Amaro, Cocaína García, Ramón Bragaña, William Perkins, Silvio García, Rodolfo Fernández, Chester Brewer, Ernest Carter, Josh Gibson, Harry Williams, Leroy Madlock, James Bell, Sammy Bankhead y Eustaquio Gutiérrez (árbitro cubano).


El salario promedio de estos jugadores importados era de $150 pesos mensuales –los dominicanos solo obtenían 24 pesos al mes-, pero se llegó a pagar mucho más. Por Martín Dihigo y Josh Gibson se pagó $2,500 pesos para cinco semanas de juego, a dos partidos por semana; mientras que ocho jugadores significaron a Dragones Ciudad Trujillo la suma de $30 mil dólares. Como bien señala el Dr. en Historia Joseph Arbena, una de las consecuencias que tuvo este tipo de medidas tomadas e incentivadas por la Dictadura fue la de convertir a la República Dominicana, antes que a ningún otro país (incluyendo los Estado Unidos), en el lugar en donde se reunían y jugaban juntos beisbolistas que en sus países estaban separados -blancos, negros, mulatos, mestizos, cubanos, mejicanos, puertorriqueños, norteamericanos.


La búsqueda de beisbolistas para el campeonato del 37 ocasionó un escándalo en Estados Unidos y un ‘impasse’ diplomático entre los dos países: En virtud de que los sueldos ofrecidos eran más elevados que lo que se estilaba en la vecina nación, los peloteros no dudaron mucho en aceptar, lo cual hizo que los dirigentes de los Pittsburg Crawfords y Homestead Grays acusaran a un agente dominicano y al cónsul dominicano que lo acompañaba de intento de robo de sus jugadores, poniéndolos a ambos en prisión. El Gobierno y la Cancillería dominicana debieron intervenir; consiguieron su libertad luego del pago de 500 dólares de fianza.


Por su lado, los jugadores norteamericanos que se decidieron a venir a la República Dominicana fueron expulsados de la Liga Negra de Béisbol por haber abandonado sus equipos. Statchel Paige, uno de los expulsados, creó su propio conjunto al que llamó Trujillo All-Starts, logrando ganar en el torneo Denver Post.


A despecho de los jugadores que tuvo a su disposición, no fue sin mucha dificultad que Dragones de Ciudad Trujillo consiguió hacerse con la victoria; la directiva del equipo hizo venir desde Haití a un sacerdote vudú para que lo «ayudara» a obtener la victoria.


Béisbol Amateur durante la Dictadura
Fue enorme la inversión de recursos económicos en el campeonato del 37, y otra vez tuvo el país que quedarse sin pelota profesional. Por 14 años, hasta el 1951. De ahí que el período subsiguiente se caracterizara por el fortalecimiento del béisbol amateur. Se calcula que en el año 1944, entre sábado y domingo, se verificaban en la capital más de 15 partidos, con una participación de alrededor de 30 equipos y más de 350 peloteros. Además, se inauguraron dos nuevos espacios para la celebración de los encuentros, el Molinuelo Park (1943) y el Hipódromo Perla Antillana, que incluía un ‘play’ (1944). Toda esta actividad dio lugar a que en 1948 República Dominicana ganara el campeonato mundial de béisbol amateur, celebrado en Colombia.


Los integrantes de uno de esos equipos de Santiago fallecieron en lo que se considera la tragedia más grande que ha sufrido el deporte dominicano. Volvían a su ciudad en avión luego de celebrar dos partidos en la ciudad de Barahona. El aparato se precipitó debido al mal tiempo. Murieron 32 pasajeros y, entre ellos, 18 jugadores.


El letargo en cuanto a la práctica profesional no fue impedimento para que nuestros mejores jugadores siguieran destacándose en el exterior, y para que continuaran las visitas al país por parte de jugadores y equipos extranjeros. De hecho, el 29 de febrero de 1948 arribaron a Santo Domingo los equipos Dodgers de Brooklin y Reales de Montreal a fin de realizar entrenamientos de primavera. Con ellos vino la estrella Jackie Robinson, quien dos años antes había conseguido pasar a las grandes ligas, primer hombre negro en conseguirlo.


Academias
Hoy en día, República Dominicana está sembrada de campos o academias de entrenamientos que mantienen los principales equipos de grandes ligas norteamericanos, entre ellos, los Yanquis, los Bravos de Atlanta, los Dodgers de los Ángeles, los Reales de Kansas y el Hiroshima Toyo Carp, de la liga japonesa. La última gran inversión, el Baseball City, constituye el más ambicioso complejo para el desarrollo de jugadores en toda América Latina. Con una inversión incial de 100 millones de pesos dominicanos, algo más de 2 millones de dólares, agrupa las academias de cuatro equipos de las mayores, los Cachorros de Chicago, Minnesota, Cincinnati y Arizona.


De esta suerte, República Dominicana se ha convertido en el principal lugar de entrenamiento de béisbol fuera de los Estados Unidos. Jóvenes jugadores dominicanos, estadounidenses, mexicanos, panameños, venezolanos y puertorriqueños vienen a prepararse y a competir en la Dominican Summer League , mediante la cual se eligen los novatos que viajarán a los Estados Unidos para su posible incursión en una de las ligas norteamericanas.


De acuerdo a un estudio publicado a mediados del 2003 por la Oficina del Comisionado de la Liga Mayor de Béisbol de los Estados Unidos, y cuya única sucursal en todo el mundo se encuentra en la República Dominicana, las grandes ligas reportan a este país más de 76 millones de dólares anuales, generando unos 1,200 empleos directos y otros 900 de manera indirecta. Este dinero entra al país por diferentes vías: pago de bonos a nuevos jugadores, operación de las academias, salarios de los jugadores dominicanos en las grandes ligas (de los que al menos un 20% ingresa a la economía nacional), salarios de los jugadores de las ligas menores, la Dominican Summer League , los viajes de observación a la República Dominicana y las donaciones y apoyos dados a organismos gubernamentales.


Texto extraído de:
Béisbol en República Dominicana: Crónica de una pasión , Orlando Inoa y Héctor J. Cruz, Verizon, 2004.
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