LOS ÁNGELES.- El pitcheo de David Price, dos jonrones de Steve Pearce y la estrategia de Alex Cora. Ésa fue la fórmula para que los Medias Rojas conquistaran otra Serie Mundial.
Y ahora, un equipo que al comienzo del siglo arrastraba un maleficio, es la envidia del resto de las mayores.
Boston ganó la Serie Mundial por cuarta vez en 15 años, al doblegar el domingo 5-1 a los Dodgers de Los Ángeles en el quinto juego.
Cora se convirtió en el primer manager de Puerto Rico y el segundo latinoamericano en la historia en ganar el Clásico de Otoño. Es apenas el quinto piloto que consigue coronarse en su campaña de novato.
«Los fanáticos en Boston son tan locos como los de Puerto Rico, no puedo imaginar lo que está sucediendo en Boston», dijo Cora durante la premiación que cerró una campaña memorable de su equipo.
Tras comenzar la temporada regular con una derrota, los discípulos de Cora montaron una foja de 17-2. Luego, los Medias Rojas impusieron un récord de la franquicia con 108 victorias.
Avasallaron a sus archirrivales Yanquis de Nueva York y a los Astros de Houston, campeones defensores, durante los playoffs de la Liga Americana. Luego, finiquitaron una serie en la que fueron infinitamente superiores.
«Es muy especial ver a todos estos adultos que festejan ahora como niños. De eso se trata el deporte», comentó Price, quien lanzó pelota de tres hits hasta la octava entrada.
La historia reciente de Boston es así radicalmente opuesta a la que atormentó a la franquicia durante los 86 años de la «Maldición de Babe Ruth». Esa sequía terminó en 2004 y, desde entonces, los Medias Rojas se han convertido en el mejor equipo en lo que va del siglo XXI.
«No sé qué lugar ocupamos en la historia y todo eso», señaló el gerente general Dave Dombrowski. «Si alguien me hubiera dicho que íbamos a ganar 119 juegos y a perder 57, no lo hubiéramos concebido».
Pearce, nombrado el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, conectó dos bambinazos una noche después de que su jonrón y un doble de tres carreras fueron la clave en una remontada. El primer jonrón de Pearce llegó apenas al sexto lanzamiento del abridor Clayton Kershaw.
«Es la mejor sensación que he tenido en mi vida», exclamó Pearce, adquirido en junio a Toronto.
Mookie Betts y J.D. Martínez dispararon también sendos vuelacercas solitarios en la sexta y séptima entrada por Boston, que sumó tres palos de cuatro esquinas frente a Kershaw.
El segundo cuadrangular de Pearce llegó en el octavo episodio, ante el dominicano Pedro Báez, con lo que el ánimo del público local se apagó en definitiva.
En cambio, los seguidores del equipo visitante comenzaron a unirse en coros de «Vamos, Medias Rojas» y entonaron la canción emblemática del equipo, «Sweet Caroline». Muchos de ellos seguían cantando junto a la raya de la inicial, mucho tiempo después de que cayó el último out, un ponche de Chris Sale a Manny Machado.
«Somos un grupo de peleadores», destacó Pearce. «Y este es exactamente el desenlace que sabíamos que llegaría».
Los Dodgers perdieron el séptimo juego de la Serie Mundial del año pasado ante Houston, también en su casa y por la misma pizarra de 5-1. Ahora, son ellos quienes parecen paralizados por un conjuro. No ganan la Serie Mundial desde 1988.
El único equipo que había perdido como local el encuentro definitivo de una Serie Mundial en dos años consecutivos era el de los Gigantes de Nueva York, doblegados por los Yanquis en Polo Grounds en 1936 y 37.
«Jugamos contra un equipo muy bueno, y fue un poco mejor que nosotros», justificó el manager de los Dodgers, Dave Roberts, quien jugó para los Medias Rojas campeones de 2004.
Boston superó a Los Ángeles por 28 carreras contra 16, y tuvo un promedio de bateo ligeramente superior, de .222 frente a .180. Pero los Medias Rojas contaron con bateo oportuno y lograron su noveno cetro, igualando a los Atléticos en el tercer puesto, sólo detrás de los Yanquis (27) y los Cardenales (11).
Lo único que impidió a Boston barrer la serie fue una derrota en 18 innings en el tercer juego, el más largo en la historia de la Serie Mundial. En el cuarto duelo estuvieron abajo por 4-0.
Sale arengó entonces a sus compañeros con un discurso incendiario en el que abundaron las palabras malsonantes. Y sus compañeros despertaron a tiempo imponerse por 9-6.
«No dije nada que alguien no supiera», explicó Sale. «Sólo reuní a la tropa y le hice saber que éramos el mejor equipo del mundo, y que era tiempo de jugar como tal».
En el quinto no hubo necesidad de remontar. Boston nunca estuvo en desventaja.
Por los Medias Rojas, el dominicano Rafael Devers de 4-1. El puertorriqueño Christian Vázquez de 3-0.
Por los Dodgers, el puertorriqueño Enrique Hernández de 4-0. El dominicano Manny Machado de 4-0. El cubano Yasiel Puig de 3-1.
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